Claudio Roncoli. Esto no es simplemente pop
Claudio Roncoli. Esto no es simplemente pop
De reciente exhibición en Argentina, “Empty Project” de Claudio Roncoli permite dimensionar una de las producciones más sólidas, pregnantes y empáticas del arte argentino contemporáneo que conquista mercados.
Cuando el mundo tira para abajo, y el vacío aterrador del consumo coloniza la felicidad, la producción de Claudio Roncoli encuentra en los misterios de las formas y los colores una renovada plenitud. Sus colores primarios invaden lienzos y planos, muros y facturas, buceando otros tiempos del alma, en un urgente remixado sociocultural. La cita puede venir de las viejas publicidades, y la cosificación femenina, o de los módulos Rambler que inspiraron barrios privados por doquier; y no se acaba en la ironía o la autocelebración de un estado de cosas. Esto no es simplemente pop. Roncoli quiebra la cuarta pared en la interpelación de los espectadores que se extrañan ante un entorno hostil y punzante, precisamente revelado con sus obras, como el mismo artista lo hizo en una iniciático viaje de Miami a New York hace diez años.
Y con “Empty Project” Roncoli aúno su espíritu inquieto que transmuta materiales, serigrafía, impresión 3D, tela, estampado, acrílico, tal como se apreció en la reciente muestra en la porteña OdA, y expresiones en eterna combustión como las artes visuales y la música, a la cual puso en otro pentagrama con la recordada serie “El rock salvó mi vida”. No es un final de viaje para esta arqueólogo irreverente a lo Indiana Jones de la vida moderna, más que un conservador coleccionista, o un dj´s que sacraliza el pasado. Esto no es simplemente pop. Para Claudio Roncoli las cosas imposibles son las que no se han probado.
“Trabajo. Años. Alegría. Eso es el arte para mí. Es hacer lo que me gusta. Eso sería la felicidad, seas quien seas. Claro que hay días que estoy más capitalista, o más emocional. Y ese timing lo aprendí en la publicidad”, adelanta quien es el único argentino ganador de los Grammy latinos y estadounidenses por el arte de un disco, “El Orisha de la Rosa” del colombiano Magín Díaz, y rememora, “pasé quince años desde el cadete al director creativo y aprendí muchísimo en las agencias. También cursé artes en la maravillosa Prilidiano Pueyrredón. Pero la publicidad me dio las herramientas del profesional, arrancar con un concepto, armar una estrategia y pensar campañas; algo que es fundamental en la carrera de un artista en la actualidad. Se los digo a los alumnos de la Fundación: que no importa si no venden en la muestra, sino qué proyección logran con eso. Que hay que practicar, aprender, como si fueras un deportista de alto rendimiento”, sintetiza el artista, al frente de la Fundación de Arte Móvil. Esta entidad unas semanas atrás ofreció Residencias Serigráficas en Salta y San Juan bajo la máxima, “un poco rara en Argentina”, muestra los dientes Claudio, “#artistasqueayudanartistas”.
Periodista: ¿Se puede pensar en un artista de alto rendimiento?
Claudio Roncoli: Es la línea en la que creo que estoy, y los que están encima mío. Cuando me descubre la Galería Praxis hace veinte años con la serie “Life”, aquella fue la primera que me llevó a las ferias y museos. Pero solamente tenía veinte piezas y decían que tenía que estar preparado para llegar a lugares; que ahora no me los creo, como pertenecer a Saatchi Gallery, las vidrieras de la Quinta Avenida de New York, o ser, después de Warhol, el único que trabajó a la par con Marta Minujín.
O sea que tenés que encarar una producción contínua y planear la profesión del artista con el máximo de determinación y profesionalismo -que no abunda en el país-. Podés hacer un cuadro al año, y vivir de la mentira del artista antisistema, pero después no te quejés.
La pobreza del artista
P: ¿Arte y dinero no serían antagonistas?
CR: El dinero es luz. El artista pobre en su taller no existe más. Sin dinero, no podés hacer nada. Es un lastre muy de Latinoamérica, de nuestro catolicismo, donde el rico se va al infierno y el pobre al cielo. Así empezamos mal. Los dirigentes de acá encima te dicen que ganar plata está mal. Nada que ver en otros lugares donde los millonarios, que nadie cuestiona, ayudan a los otros a ganar dinero. Todos quieren que le vaya bien al vecino. Miente el que no desea vivir en esta sociedad capitalista.
P: Sin embargo desde sus tempranos chorreados sobre las fotografías de la revista “Life, las mujeres avasalladas de las clásicas publicidades, y las recientes incursiones en las esculturas e instalaciones, la vida ocupando un destartalado auto para el Museo del Desierto de México, “No hay aventura sin riesgo”, la unidad conceptual de Roncoli objeta nuestros modos de vida.
CR: Muy temprano en mi obra aparece la crítica al consumismo, o al rol de la mujer en la publicidad, antes del #metoo. Yo no estoy en contra del consumo, de las marcas, no soy comunista. Mi objeción es que eso no sea tu felicidad. No tiene nada malo un Adidas o un Rolex, el problema es que la gente, allá en Estados Unidos especialmente pero ahora también acá, se desespera y se endeuda para comprar. La gente está tan vacía en un punto que necesita llenarse con las marcas.
P: Y se podría pensar que con “Empty Project”, que tuvo una megaexposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta en 2021, condensa las memorias y estéticas que usted fue surcando en dos décadas.
CR: Yo soy rata de ciudad y me encanta caminar. Buenos Aires es hermosa para eso y ni se me ocurre en esta ciudad tener un auto. Pero en Estados Unidos, donde viví varios años hasta que volví luego de la pandemia, vos te la pasás manejando. Así que en un viaje de Miami a New York tuve una epifanía y comprendí que al llegar a una ciudad, ya no te encontrás con una plaza, una estatua, una iglesia o una escuela, la traza sociocultural en la que me crié afortunadamente, sino con un shopping. Hoy los que marcan los puntos de accesos y sociabilidad son los Mall, o las Plazas Comerciales. La gente se conecta con los bolsillos, y especialmente en los fast food, y por eso, diseñé una arquitectura visual a partir de los más de cien logos de comidas rápidas norteamericanas. No deja de ser un entorno inquietante e inhumano.
Geometría visual, la estética y la utopía de Roncoli
P: Una nueva y salvaje geometría sensible entre nuestro Raúl Lozza y el norteamericano Robert Rauschenberg.
CR: No me interesa laburar una línea limpia y, por eso, a la obra la mancho, las lijo, y un montón de cosas más. No me importa lo técnico. Eso no tiene pasión. Creo que hago más bien una geometría gestual. Tengo ayudantes que a vece ayudan pero siempre queda el último toque. Algunas obras que aparecen cortadas las intervengo con trinchetas o cutter. Quiero que aparezca mi expresión de una y me meto en el cuadro, literal. Yo quise siempre adentrarme en una manera mía en hacer geometría y creo la encontré en “Empty Project”. Más que evolución, algo que me han dicho algunos críticos, hay riesgo. Yo podría haberme quedado con las series primeras, que vendieron muy bien, y decidí explorar cada vez más.
P: ¿De qué depende la elección de las técnicas?
CR: Depende cómo me levanto, je. Tengo la enfermedad que me gusta hacer todo. Ahora estoy trabajando en series nuevas de serigrafía, esculturas y collage. Además trabajo en mi música, sigo componiendo mis “canciones imposibles”, y en una recopilación de mi obra gráfica. Y siempre pienso en el muralismo, en donde proyecto mis ideas, pero sin olvidar a la comunidad, como hice en Miami, Luján o San Miguel.
P: ¿No piensa en quién mira?
CR: No, no pienso en el público. Nunca nadie hace arte pensando en lo que le gusta a la audiencia, sino haría artesanías. Por ejemplo: Milo Lockett es un artesano que se vende como artista y ha sabido captar un nicho de gente. En cambio, yo arranco de lo que a mí me pasa como artista, y después veo si eso se expone. Hay series que me encantan, tengo en depósito una de treinta collages muy distintos de lo que se conoce de mí, y que jamás mostré al público ni a los especialistas.
“Argentina necesita apostar a la creatividad”
P: Usted que exhibió en tres continentes, y sabe de lo apreciado que son los artistas argentinos en bienales y museos, ¿qué nos estaría faltando para que nuestros artistas conquisten nuevos ojos?
CR: Argentina necesita apostar a la creatividad como hizo Colombia en algún momento. Fijate la alianza que hay allá del Estado y los artistas, y como trascienden sus músicos y pintores. Nosotros para mejor, además, tenemos el plus que nos destacamos porque vivimos siempre con la espalda contra la pared.
Un gran amigo que trabaja en el principal banco español dice que en Europa no existen los emprendedores porque no lo necesitan y la economía te ayuda a conquistar tus sueños. En Argentina, a diferencia, necesitamos emprender para sobrevivir. Es el flaco que se pone a vender cervezas a la salida del recital. A favor nos da una magia diferente y nos animamos a ser independientes.
P: Desde afuera de la pecera, ¿cómo observa el arte argentino?
CR: (risas) Soy un poco outsider, claro. Me aburren los ghettos. No me gustan las inauguraciones ni chuparle los quinotos a los críticos o curadores. La gente muy obsecuente es la que pronto desaparece. Son los artistas que juntan polvo en los museos. No dejo de hacerle la pasta a mis hijos por almorzar con un director de museo.
P: ¿No le seduce que sus series pertenezcan al patrimonio de un museo?
CR: Claro que deseo dejar un legado en las instituciones. Algo tan importante para mí como estar en el living de tu casa.
Imágenes: Claudio Roncoli