Si bien en sus orígenes casi todos estaban atendidos por inmigrantes españoles (que aunque hubieran nacido en Asturias, Catalunya, Andalucía o el país Vasco recibían el apodo de “gallego”), no hay nada más argentino que el almacén.

¿Por qué digo esto? Porque es el único comercio ¡en el mundo! (quizás en Turquía tengan algo similar, tampoco quiero exagerar) que tiene un poco de todo pero de nada tiene mucho. ¿Querés arroz? Tengo, de una sola marca. ¿Tuercas? ¡Claro! Sólo de 4 mm. ¿Gaseosa? Sí, hasta que llegue el pedido sólo me quedó sabor pomelo. ¿Velas? ¡Faltaba más! Me quedaron de las rojas. Suele ser un poco más caro que negocios parecidos, pero es el único que nos salva con 100 gramos de queso y 100 de salame un domingo a las tres de la tarde. Nos fía aunque no nos conozca mucho y nos avisa qué yogurt está al límite del biohazard y mejor comer otra cosa.

No hay almacenes en ningún lugar del mundo. ¡Ellos se lo pierden! Podemos comprar de todo sin hacer la cola del súper, conocemos al dueño, a  su hijo y a su nieto y, a veces, hasta nos quedamos a ver pasar la vida, aunque sea un ratito, del otro lado del mostrador, mientras nos comemos unas aceitunas descarozadas. Invitación del gallego, por supuesto.

Almacén de Ramos Generales Francou

Como decíamos, la historia de los almacenes en Argentina es la historia de los inmigrantes que poblaron nuestra tierra. Y un claro ejemplo de esto es el  Almacén de Ramos Generales Francou, ubicado en la zona rural de la colonia El Carmen a 15 km de Villa Elisa, provincia de Entre Ríos.

¿Qué tiene de especial este almacén, además de los típicos productos que podemos encontrar en cualquier negocio de estas características?.  Es un local que fue fundado en 1907 -como esboza aún el cartel de la entrada – por la familia Francou, y hoy sigue en manos de ellos. Nunca cerró sus puertas, fue heredado de generación en generación por más de cien años. Y esto no es todo: el almacén conserva la esencia de la época en la que fue inaugurado. Estanterías, cucharas, un sótano y hasta los cajones de los fideos: todo está intacto y te permite viajar en el tiempo.

Es tal la importancia de este lugar como preservación de lo nuestro que los actuales dueños, Olga Perroud y su marido, lo abrieron al turismo hace casi diez años para poder sostenerlo cuando la zona de campo se despobló casi en su totalidad. Los turistas se acercan aprovechando la cercanía con las Termas de Villa Elisa y se encuentran con este bello lugar que los espera con empanadas, picadas de campo y visitas guiadas. Además, los visitantes pueden recorrer los detalles del lugar y asombrarse con lo escrito en los cuadernos en los que se registraban las ventas del local, décadas atrás: balances, cuentas y documentación que nos transportan al pasado en segundos.

Actualmente, el Almacén de Ramos Generales Francou es considerado de interés cultural porque no solo mantiene el espíritu de la zona,  tan acogedora y campestre, si no que sigue ocupando el rol de ser un punto de encuentro. Un espacio social dentro de la comunidad rural. Es común que la gente vaya a tomar cerveza o fernet con Coca por las tardes, logrando un ambiente bien auténtico en los que se arma, incluso, partidas de truco.

Por otro lado, el almacén Francou es un lugar de promoción y venta de productos elaborados por vecinos de la región. Desde dulces, licores, quesos, berenjenas al escabeche y huevos de codorniz  hasta artesanías de porcelana. Todo lo que sea realizado por manos de la zona y tenga aire de campo tiene su lugar en estas estanterías y es bienvenido. La escuela agrotécnica también participa haciendo exponiendo lo que producen en sus materias en el campo: miel, chorizos, lácteos.

Quedan pocos almacene de campo, y, sin dudas, ninguno es tan especial como éste.