Manuel Belgrano, ¡Extra!. Basta la desunión para originar guerras civiles
Manuel Belgrano, ¡Extra!. Basta la desunión para originar guerras civiles
La figura belgraniana excede el bronce militar. Intelectual revolucionario y político de fuste, agitador de ideales de progreso y bienestar, entre otros brillos, Belgrano fue el primer periodista argentino.
“Valerosos compatriotas. La vasta población de nuestra provincia…os ha acreditado en todas las ciudades del Perú. Vuestro nombre resuena hasta en Europa, y vuestro patriotismo constante á este Imperio, se ha hecho respetar más de quatro veces. Llegado es el tiempo de dar á este concepto toda la existencia de que no es susceptible una mera opinión. El interés general os llama en su auxilio”, en un suelto del Correo de Comercio del 23 de febrero de 1811, cuyo editor fundador era Manuel Belgrano. Difundía la proclama del cochabambino Francisco Iturri Patiño que instaba al levantamiento popular en el Alto Perú. En castellano y quichua. Aquel Correo de Comercio, el último periódico del virreinato y el primero de la Revolución, estaba en manos del periodista más avezado y más avanzado que tenía Buenos Aires. Belgrano tempranamente había empezado en la prensa en 1794 y colaboró con todos los medios periodísticos que circulaban con los nombres, y faros, que alumbrarían el 25 de Mayo. Fue la pluma del creador de la bandera que sembró los programas de educación pública para ambos sexos, “fomentar la agricultura, proteger el comercio y animar la industria”, las necesidades de instituciones y civilidad, y en particular, una prosa admirable y lúcida para un periodismo falto de tipos, “el hombre jamás es esclavo de sus pasiones, sino cuando indócil a la voz de la razón se deja arrastrar de los vicios que la halagan”. Tipos de ayer y hoy.
Quizá las razones del olvido de la arista periodística belgraniana ocurren, a que por la investidura y hazaña militar que otorgó la Generación del 80, los primeros biógrafos desestimaron sus artículos. Paul Groussac señaló que sus escritos era de un “inofensivo deber escolar” o que no “había nacido para escritor” (sic). Bartolomé Mitre, en tanto, señaló que trabajó Belgrano “con un espíritu metódico, sagaz y perseverante”, y que indudablemente los escritos suyos coayudaron a la caída del Virrey Cisneros; quien apoyaría generosamente la salida del Correo de Comercio en febrero de 1810. Sin embargo, sostiene el fundador del diario La Nación, fueron “primitivas” las empresas de papel impreso del vencedor de las batallas Tucumán y Salta. Quien lea con atención los 58 ejemplares del Correo del Comercio notaría el enorme salto con respecto al seminal Telégrafo Mercantil (1801) de Cabello, la calidad gráfica y editorial, y la vastedad de cuestiones que atañen, muchas que la misma generación de Mitre, Alberdi y Sarmiento retomarían; la educación -el tema preferido del Belgrano editorialista-, la estadística -de los primeros en insistir la necesariedad de censos y datos para administrar-, los asuntos rurales y la industria, la medicina, y la innovadora sección de cartas de lectores, con la célebre “Carta de un Labrador”, que se adjudica al mismísimo Belgrano, “aquel pueblo será más opulento que teniendo más abundancia de los mantenimientos necesarios tenga más copias de brazos a aplicar a trabajos útiles…favorecer a la labranza como el único manantial de subsistencia”. O sembrar y trabajar el suelo es hacer Patria.
Extra, extra, Belgrano, Belgrano
Nada de esto era nuevo para Belgrano ni para los avispados porteños, la “gente decente” ilustrada que complotaba en la casa del prócer sita en la actual avenida homónima. Decía del paso en el Consulado de Buenos Aires, entre 1794 y 1806, “escribí varias memorias sobre la plantificación de escuelas…el establecimiento de una Escuela de Matemáticas…otra de diseño, sin que costase medio real el maestro…fomentar los tres ramos de agricultura, industria y comercio…se decía que todos estos establecimientos eran lujo…cualquier cosa que chocase con él -cuerpo de comerciantes, que integraba el Consulado, o los veedores del Rey-, encontraba un veto, sin que hubiese un recurso para atajarlo”, aparece en sus memorias. Autobiografía, por demás, vital para entender el pensamiento del Libertador Belgrano, y que por mucho tiempo, fue descartada por estar “impregnada evidentemente de despecho y mala voluntad”, según Groussac.
La estrategia que encontró Belgrano para superar la incomprensión de los españoles, que no entendían que sus observaciones eran los “medios de conservar sus colonias”, fue transformarse en el periodista fundador de la prensa argentina y algo más. “La primera oportunidad concreta de Belgrano para poner en práctica su gestión periodística se la encomendó el ministro Diego Gardoqui desde España, quién le requirió al Consulado de Buenos Aires por Real Orden el envío mensual de noticias acerca del estado de la agricultura, artes y comercio del virreinato con la finalidad de publicarlas en el Correo Mercantil de España y sus Indias…El resto de los periódicos que llegaban a América contenían noticias procedentes de España y de Europa en general. ¿Qué estrategia desplegó Belgrano para enviar noticias del amplio territorio que abarcaba el virreinato? Desde su función de Secretario del Consulado ideó una eficaz “red de corresponsales” para la región. Las sedes serían los lugares en los cuales existieran funcionarios de la institución que tendrían también como tarea girar informaciones de toda índole a Buenos Aires”, completa César Díaz. A través de esa red de ida y vuelta, en un continente ávido de noticias por los cambios en la convulsionada Europa de Napoleón, Belgrano difundía el iluminismo y las aportes de economistas fisiócratas, bases teóricas que sostendría el programa insurgente desde Bogotá a Buenos Aires.
En 1802, tras participar del proyecto de Cabello, Belgrano empezaría a colaborar con el Seminario de Agricultura, Industria y Comercio de Hipólito Vieytes, otro agitador revolucionario. Desde esas columnas prosigue su prédica a favor de la educación, y una necesaria renovación que nos parece abrumadoramente cercana, “Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en ellas no se varía jamás su ocupación…este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y siempre amigo de la novedad”, observando acusador que se estaban formando “zánganos de peso inútil para la sociedad”, y no “hombres libres y laboriosos” Belgrano propone que los conocimientos sean entonces más que la alfabetización e incluyan saberes técnicos y artísticos. Además propende pionero al ejercicio físico que colabore en el “desarrollo y crecimiento” de la juventud. Y no solamente dejaba a los maestros la misión educativa sino instaba a los padres, partícipes necesarios del avance social, “dirigirlos hacia los deberes de verdaderos ciudadanos es una sagrada obligación que nos impone la sociedad…inspirarles aquellos nobles e interesantes sentimientos que han de decidir algún día sobre su suerte y su carácter”, sentenciaba.
Un país nuevo para su prosperidad perpetua necesita escuelas
Más tarde, desde las páginas de su propio periódico, el Correo de Comercio, seguirá Belgrano luchando por extender la educación en todas sus fases y modificar muchas de las deficiencias, como la ausencia de normativas sobre escuelas de primeras letras o la inexistencia de ellas en la campaña, entregadas esas “gentes a la ignorancia misma, y quién sabe, si a los vicios”, denunciaba. En la pasión por educar al soberano, llega a solicitar que los jueces obliguen a los padres enviar a los “hijos de la Patria” a la escuela.
Una semanas más tarde extendía su batalla, la principal de Belgrano no tuvo aceros y corceles, sino fue en el campo de las ideas, y en particular defendiendo la educación y el progreso económico, señalando que la falta de formación de las mujeres atentaba gravemente a la formación de ciudadanía, “más por desgracia al sexo que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas, lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia”. El señor Belgrano, imbuído en el credo de la Revolución francesa, libertad, igualdad, fraternidad, fue entre nosotros uno de los primeros reivindicadores de la igualdad de los sexos. Más que meritorio en una sociedad patriarcal, retrógrada, y con una sola escuela pública para niñas, la de San Miguel para huérfanas, cuya maestra era una de ellas, en 1810.
“Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que les hablemos tanto de las escuelas pero que se convenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidad perpetua, y que aquellos para ser sólidos y permanentes, es preciso que se compongan de las virtudes morales y sociales que sólo pueden imprimirse bien…en las escuelas”, se excusaba Belgrano, siempre habrá “gente decente” que pensará en la educación como un gasto o un ministerio; y en uno de sus últimos editoriales, poco antes de marchar con el Ejército Auxiliar al Paraguay en 1811. Y, como su amigo Vieytes también debió unirse a la expedición de Ortiz de Ocampo, a los pocos meses dejaría de aparecer el Correo de Comercio de Belgrano, cuya impronta didáctica cumplió en anunciar el nacimiento de una Nación. No exenta de viejos nuevos ¿irremontables? problemas.
“Procurando indagar en la historia de los Pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano las hemos buscado en la falta de Religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los Gobernantes, en la corrupción de costumbres, y demás”, en la portada del sábado 19 de mayo de 1810, en el alba de la semana que cambiará el destino de los criollos, y con el título premonitorio “Causas de la destrucción, o de la conservación y engrandecimiento de las Naciones”, “Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido à inferir, que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos, no han sido más que causas, ó mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión. Esta sola voz es capaz de traer á la imaginación los más horribles desastres que con ella puede sufrir la Sociedad, sea qual fuere el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar guerras civiles, para dar entrada al enemigo por más débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente” Firmado Manuel Belgrano. Nota de Redacción: el primer gran periodista argentino.
Fuentes: Sánchez Zinny, F. El periodismo en el Virreinato del Río de la Plata. Buenos Aires: Academia Nacional de Periodismo. 2008; Alonso Piñeiro, A. El periodismo porteño en la época de la Independencia. Buenos Aires: Academia Nacional de Periodismo. 2008, y Manuel Belgrano, periodista. Buenos Aires: Plus Ultra. 1977; Díaz, C. Manuel Belgrano, el primer periodista argentino en Palabrasdelderecho.com.ar.
Imagen: Ministero de Cultura